miércoles, 8 de agosto de 2012

Centros de Datos en Altamar

El Consejero Global de Privacidad de Google, con su visión planetaria de la protección de datos, sabe por propia experiencia que no en todas partes cuecen habas.
Traducción libre del post de Peter Fleischer 20120808



A veces pienso que debería escribir un blog de viajes en vez de un blog sobre privacidad. Soy el tipo de persona a la que le gusta estar al aire libre y haciendo ejercicio; y acabo de volver de hacer senderismo en España. Galicia tiene una costa limpísima, como Bretaña pero con menos turistas. Y es relajante tener unos pocos días para disfrutar de la privacidad en vez de preocuparse por ella. Si no me siento seguro haciendo senderismo en algún lugar, sin duda no lo recomendaría para instalar allí un centro de datos.

Los centros de datos son ahora grandes negocios. Son parte de la infraestructura de la Web. Y la gente naturalmente quiere saber si los datos que ellos eligen almacenar en la nube van a estar seguros. La situación de los centros de datos es un factor para asegurarse de que los datos estarán seguros.

Algunos países han conseguido tener éxito en promover una industria de los centros de datos; inmediatamente me vienen a la mente unos pocos: desde Estados Unidos, Reino Unido, Irlanda, Bélgica, Holanda, Noruega, Finlandia, Hong Kong, Singapur, Taiwán, Japón... (por supuesto hay otros, pero estos son los primeros que se me ocurren). Todos estos países me convencen por sus benignas jurisdicciones, y están teniendo éxito en convencer a los inversores internacionales para que pongan su dinero y hospeden sus datos allí. Hoy en día, los centros de datos pueden ser grandes inversiones, implicando cientos de millones de euros, creación de empleos de alta cualificación, y desencadenando un eficaz ciclo de interconexiones de alta tecnología. No es de extrañar que muchos países estén compitiendo para atraerlos.

Creo que hay dos grandes factores al escoger localización para los centros de datos: infraestructura física y legislación.

La infraestructura física incluye: 1) fuentes de energía barata, fiable y renovable;  2) un clima fresco para reducir los costes operativos de electricidad; 3)  montones de ancho de banda.  

Pero la ley es igualmente importante. ¿Cuál es el entorno legal/regulatorio en cada país, en lo que respecta a...
  • el imperio de la ley?  
  • la censura?  
  • un proceso justo y legal para validar o impugnar las exigencias legales y gubernamentales sobre los usuarios de datos?
  • responsabilizar a los intermediarios por contenido de terceros en la nube?  
Muchos países en todo el mundo no superan ninguna de estas pruebas. Algunos de ellos sólo fallan en una o dos. No hay una “lista negra” comúnmente aceptada de países en los que las empresas internacionales debieran evitar situar un centro de datos. Ese es un reto interesante, y quizás merece un cierto debate público. Quizás alguien debería hacer un estudio para ordenar una lista de países conforme a estos criterios, así como se les lista periódicamente en cuanto a competitividad.  Por ejemplo, las empresas también tienen que preocuparse de abrir un centro de datos en un país en el que sus empleados pudieran ser responsabilizados personalmente por contenido de terceros hospedados allí. (Amigos, ¿os parece poco eufemismo?)

Quizás el sitio más seguro para poner centros de datos, en términos de proteger los datos de los usuarios frente a la inspección gubernamental, sería a bordo de buques flotando en aguas internacionales, impulsados por las olas, refrigerados por agua marina, y a salvo del alcance jurisdiccional de la mayoría de los gobiernos. Vale, en realidad no; pero entonces intenta elaborar tu propia lista de países. Y si estás teniendo problema en concentrarte, ¿correrías el riesgo de ir a parar a la cárcel por una apuesta arriesgada?

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"Anónimo"


Traduzco, para comodidad de algunos lectores, el post del Consejero Global de Privacidad de Google sobre un aspecto de Internet de indudable interconexión con la privacidad: el Anonimato.
Peter Fleischer 20120807
  
Como persona sensible a la privacidad que soy, siempre le he tenido cariño al anonimato. Pero me pregunto si las cosas no han llegado demasiado lejos. A veces me tapo la nariz e intento leer los “comentarios” en plataformas sin moderador que permiten a los “anónimos” subir comentarios. Francamente, estos comentarios a menudo suenan como monos arrojándose las heces unos a otros. Y todo esto ocurre porque, bueno, es anónimo. El anonimato se ha convertido en el escudo del ignorante, el inhumano, y el incívico.

Estoy plenamente a favor de la libertad de expresión. Y en algunos contextos, el anonimato es una base esencial de la libertad de expresión. Sin anonimato, habría mucho menos campo para la libertad de expresión de los disidentes políticos, o de los “whistle-blowers”*, o de otros tipos de discurso que son socialmente deseables pero que ponen a su autor en riesgo personal. Sin embargo, la verdadera cuestión es si los beneficios sociales de ciertas categorías de discurso anónimo pesan más que el tsunami de basura que se está desatando actualmente tras el velo del anonimato en la plataformas de Internet.

Es todo un desafío: ¿seremos capaces de permitir las formas de expresión anónimas socialmente deseables y al mismo tiempo filtrar el cieno anónimo, sin volvernos máquinas de censura?

En este blog, yo no permito comentarios sin moderarlos. En otras palabras, agradezco vuestros comentarios, pero reviso todos los comentarios antes de postearlos aquí. No censuro los comentarios críticos que se suban de manera anónima (sólo tenéis que echarles un vistazo para verificar esto). Pero sí que borro los numerosos comentarios que son spam, o palmariamente ignorantes o expresiones de odio (hate speech). En verdad, una foto en la que salgo haciendo senderismo sin camiseta no debería originar una lluvia de sermones homofóbicos; sin embargo, tristemente, sí que ocurrió.

Conforme me hago mayor, creo que más y más sitios web deberían reconsiderar el idealismo de la web originaria, cuando muchos de nosotros creíamos que el mundo sería un mundo mejor, y la privacidad florecería, permitiendo a la gente expresarse desde el anonimato. Obligar a la gente a usar sus nombres verdaderos en muchos sitios podría detener mucha de la difamación grotesca, discurso de odio, ciber-bullying, ignorancia e incivismo que estamos soportando todos hoy en día, bajo un punto de vista anticuado (y ordenado algoritmicamente) de que un “anónimo” debe ser libre de decir lo que sea.

No es fácil para una plataforma de Internet maquinar cómo poner en equilibrio los beneficios del anonimato frente a la falta de sujeción a responsabilidad que conlleva. Por cierto, yo empleo mi nombre real en este blog. Aquí va una foto en la que salgo, vulnerable y sin ropa, cubierto de barro en el Mar Muerto. Si te apetece poner un comentario que sea un sermón homofóbico o anti-semítico, ¿te importaría usar tu nombre verdadero? Yo no estoy escribiendo un blog para darle a los “anónimos” una plataforma para dar rienda suelta a su bilis.

Mi predicción es que la marea de la Web va a comenzar a retirarse del anonimato, con un rotundo cambio del estado de la mar de vuelta a la identidad del mundo real.

*whistle-blower = un informador que denuncia alguna fechoría dentro de una organización con la esperanza de ponerle fin. Por ej.: "el ‘whistleblower’ fue despedido por haber revelado las inhumanas condiciones de los pacientes en un sanatorio mental”.
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