sábado, 4 de enero de 2014

Mis Fotos Favoritas de las Vacaciones, y otro billón de ellas


Traducción del post de Peter Fleischer 20130502




La bicentenaria evolución de la fotografía ha empujado constantemente las fronteras de la privacidad. En cada paso de su evolución, fotografiar el mundo ha sido más fácil, más rápido, más móvil, más omnipresente, más sistemático, y a veces más furtivo. Y paralelamente, la tecnología ha evolucionado constantemente, para hacer más fácil el almacenar, compartir, etiquetar, identificar y analizar fotografías a gran escala. Durante la evolución de la fotografía la privacidad siempre ha dependido de las normas de etiqueta sociales para regular lo que la gente puede o no puede fotografiar, y debe o no debe compartir.
Algunos sitios, como mi club de natación, hace mucho que tienen normas prohibiendo fotografiar. Pero todas las normas del mundo apenas lograrán nada a menos que cada persona ejerza autocontrol en lo que elige fotografiar o no, y lo que elige compartir o no con otras personas.

Este proceso lleva en marcha mucho tiempo, y proseguirá. En el futuro cercano, podrán los individuos bloguear fotos o videos de todo y de cuantos vean? La tecnología lo permitirá. Algunos estarán encantados con eso. Así que, una vez más, la cuestión será cómo evolucione la etiqueta social en paralelo a las evoluciones tecnológicas.

Desde el punto de vista de la Privacidad, por lo general procuramos obtener el consentimiento de los titulares de los datos para legitimar la recopilación de datos. Pero ¿qué pasa con la gente que casualmente se fotografía en lugares públicos? En la práctica no es posible obtener su consentimiento para fotografiarles. Vivimos en un mundo con literalmente miles de millones de personas que llevan cámaras, incorporadas en pequeños dispositivos, con conexiones instantáneas a Internet. Nuestro mundo se está volviendo más transparente. Haz los números: miles de millones de personas, todas tirando miles (o algún día, millones) de fotos.

Uno puede debatir, y en cierta medida regular, la recopilación de fotos por grandes entidades, como gobiernos y empresas, usando drones o cámaras de vigilancia, pero no se puede controlar lo que miles de millones de seres humanos libres van a fotografiar y compartir. Con el tiempo, los gobiernos y las empresas intentarán ingeniárselas para poder analizar para sus propios propósitos estas montañas de fotos generadas por las masas de gente.

Como siempre, las expectativas de privacidad son en gran parte... culturales. La tecnología continuará evolucionando. Las expectativas de privacidad a veces colisionarán con la tecnología, y cada una de ellas influenciará a la otra. A veces la tecnología estará sólo unos pocos años por delante del consenso social evolucionando para aceptarla. Otras veces estará una generación por delante. Nos estamos moviendo rápidamente desde un mundo en el que se publican en internet miles de millones de fotos, a un mundo de billones. La tecnología proseguirá su ineludible e impredecible lógica.

Como humanos, hemos aprendido que es grosero fisgar. Esa es una convención social super-sutíl, dependiente del contexto y que evoluciona. No puedes (todavía) enseñar a una máquina a saber cuándo es grosero fisgar, o cuando es grosero fotografiar el momento privado de una persona en un lugar público. Pero sí que puedes enseñárselo a los seres humanos.

¡Sonríe!, mientras piensas en los 5 mil millones de humanos que andarán por el mundo fotografiándolo todo y a todos cuantos ven.

o0o

La Saga Continúa...



... ahora al Tribunal Supremo italiano 

Traducción del post de Peter Fleischer 20130417



En diciembre de 2012 el Tribunal de Apelación italiano me absolvió junto a otros dos empleados de Google de haber violado la ley italiana de privacidad en un caso basado en la subida de un vídeo por un usuario. Yo me alegré mucho de que hubieran triunfado los  principios jurídicos bien razonados, y tuve esperanzas de que ese fuera el final de esta larga saga. La semana pasada, sin embargo, el fiscal italiano apeló esa sentencia ante el Tribunal Supremo italiano. Este caso, lamentablemente, no ha tocado fin. En su apelación ante el Supremo el fiscal italiano afirma (además de argüir que los empleados como yo pueden ser considerados responsables de los vídeos subidos por los usuarios de los que no teníamos conocimiento ni nada que ver con ellos) que las plataformas como Youtube deberían tener la obligación de previsualizar el contenido cargado por los usuarios, y de obtener el consentimiento de las personas que aparezcan en los vídeos subidos por los usuarios. Yo mismo, y muchos otros que han alzado su voz en mi apoyo, contemplamos esto como una  amenaza a la libertad de expresión en Internet.  Estoy contrariado al ver que es caso no ha terminado, pero sigo creyendo que al final prevalecerá la justicia.
o0o